martes, 12 de julio de 2016

Siguiendo la ruta de Don Quijote

Después de recorrer la lluviosa Toledo y de sentirme envuelta en los misterios del medioevo caminando por la judería y la sinagoga, cruzando los puentes sobre el Tajo, creí oportuno al pie de la escalinata, fotografiarme junto a Cervantes!
Luego Consuegra donde los molinos de viento nos recibieron sanos y salvos de la lanza de Don Quijote:
 Cuentan que el molinero reparó los desastres que había cometido Don Quijote en el molino. Lo puso a andar y notó que producía un traqueteo extraño. Igual que lo hubiera hecho su padre o su abuelo, molineros antes que él, le dio una patada al eje para ver si cesaba aquel ruido. Lo que sucedió entonces lo dejó más blanco que la harina que robaba. El molino, con una voz profunda, perezosa y desdentada que surgió de sus entrañas gruñó y dijo:-Un poco más de respeto, gañán, estás tratando con un gigante!!



Cuentan que los molinos que atacó Don Quijote
nunca volvieron a ser molinos de viento corrientes y molientes. No, ahora eran molinos de brisa, de barlovento, de vendaval, hijos de Eolo, hermanos de Bóreas y los preferidos del blando Céfiro. Y es que Don Quijote con su lanza no había conseguido destruirlos, pero les había inoculado el veneno de la literatura.

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