sábado, 3 de octubre de 2009

La vida en común

Ensayo de antropología general
Tzvetan Todorov

¡Qué problema! Siempre me enamoro de las palabras de otros o dicho de otra manera: hay otros que siempre dicen lo que yo quisiera decir y no encuentro las palabras, porque las palabras que yo quiero decir las tienen los otros como en este caso...¡ah!, las palabras! ...en fin vamos al grano.


Hace mucho tiempo me deslumbró este autor con su libro La conquista de América:
el problema del otro, donde aborda las distintas miradas del “descubrimiento”de América.
Nuevamente vuelve a deslumbrarme con La vida en común: un ensayo sobre el ser humano condenado a la incompletud, que aspira al reconocimiento y cuyo ser, incluso en soledad, está hecho de encuentros con los otros.
Transcribo un párrafo muy interesante del capítulo Coexistencia y realización, el relacionado con el arte. Dice: “...el arte da sentido a la experiencia humana. En esto el arte se emparenta con otras experiencias de orden intelectual o espiritual. Cuando leo un libro que admiro, de un filósofo o de un sabio, de un poeta o de un novelista, me siento atrapado en una relación que me permite realizarme, por el contacto mismo en el cual entro con un pensamiento poderoso o una imagen inagotable: mi existencia parece literalmente ampliarse...”
Acerca de los placeres que se experimentan con la lectura por ejemplo: “Leo a un autor de calidad, me siento halagado con la idea de pertenecer al club (restringido) de sus admiradores. Pero estos placeres sociológicamente previsibles son todavía solo los más superficiales. Al lado de ellos, experimento otro más duradero: el autor que leo logra formular en palabras lo que yo sentía pero no sabía decir, mi pensamiento, mi sentimiento, mi sensación; de esa manera amplía mi universo mental, le da más sentido y belleza.” En fin, podría seguir citando párrafos pero sería un recorte demasiado egoísta y como dice Todorov “El sí mismo solo existe en y por las relaciones con los otros; intensificar el intercambio social significa intensificar el sí mismo. La meta de la existencia no podría ser uno u otro, más sí mismo o más sociedad, sino “en las horas del milagro”, para hablar como Saint Exupéry, “una cierta calidad de las relaciones humanas”.

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